Vecino moroso. «Te puede pasar a ti». Parte 4.

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Vecino moroso. «Te puede pasar a ti». Parte 4.

Te puede pasar a ti.

De cómo dejé de ser «el moroso» y volví a ser Juan, del 3A.

«Crónica de un moroso cualquiera y lo que aprendí cuando alguien me escuchó».

Durante años fui “Juan, del 3A”, el del perro simpático, el que siempre prestaba el taladro, hasta que un día me convertí en «el moroso«.

Así, sin transición pasé de vecino a problema, de persona a etiqueta.

 

La caída no siempre es un salto, a veces es una cuesta.

Todo empezó con una factura, o mejor dicho, con varias. Primero fue la avería del coche, luego el arreglo de las gafas de mi hijo, después aquel mes flojo en el trabajo y, «mientras tanto, los recibos de la comunidad llegaban, puntuales como relojes suizos«.

  • El primer mes me dije, “lo pago en unos días, en cuanto me recupere un poco”.
  • El segundo, “bueno, cuando cobre seguro que me pongo al día”.
  • El tercero ya no me decía nada, solo escondía las cartas sin abrir.

 

El silencio pesa más que la deuda.

Nunca pensé que fuera a convertirme en eso, en «un moroso«. Esa palabra que suena peor que “culpable”. Porque el culpable, al menos, tiene una historia y el moroso parece que solo tiene excusas.
Y así pasaron los meses, la deuda creció y, el malestar también y, en cada reunión, aunque no iba, sentía que alguien mencionaba mi nombre. Cada vez que pasaba por el portal, notaba cómo se hacían los silencios.

 

Una carta distinta.

Hasta que un día recibí una carta, pero no era una amenaza legal, era ¡una invitación! “Propuesta de mediación. Posibilidad de acuerdo amistoso. Fecha sugerida: miércoles, 18:00 h.”
Estuve a punto de tirarla, ¿Mediación? ¿Y eso qué es? Pero había algo en ese papel que no me olía a castigo. No era una citación, era, curiosamente, una oportunidad.

Y fui, con desconfianza, sí. Con nervios, también. Con ganas de salir corriendo en cualquier momento, pero fui.

 

Alguien me escuchó (y eso lo cambió todo).

Me recibió una mujer con voz tranquila. No me pidió justificantes. No me soltó un discurso moralista. Me preguntó cómo estaba.
Y luego me dejó hablar. «Por primera vez en meses, alguien me escuchaba sin ponerme cara de recibo impagado«.

Y ahí solté lo que nunca me atreví a decir; «que me daba vergüenza, que no era por falta de voluntad, que cada carta de la comunidad me hacía sentir más pequeño«.
Hablamos, con palabras que no tenían que ver con números, sino con dignidad. Y luego sí, también hubo números, pero en lugar de amenazas, había opciones, plazos, flexibilidad, un plan. Un plan que podía asumir.

 

No me perdonaron la deuda, «me devolvieron el nombre».

El presidente estaba allí, sin cara de verdugo. Más bien parecía un vecino cansado. También habló, con respeto, para mi sorpresa.
Al final de esa reunión no salí saltando de alegría, pero sí me llevé algo que no esperaba, un poco de paz, y una cuota mensual razonable que, sorprendentemente, cumplí.

No me convertí en el vecino del año, pero sí recuperé algo que había perdido, «el derecho a mirar a los ojos sin bajar la cabeza«.

 

La mediación funciona, aunque no lo parezca.

Ahora lo sé, la mediación en comunidades de vecinos funciona. No es un invento moderno, no es un trámite aburrido, es una forma sensata de hablar cuando todo lo demás parece bloqueado.
Me evitó un proceso judicial que habría agravado todo pero, sobre todo, me permitió ser escuchado. Porque sí, a veces uno se atrasa, pero eso no lo convierte en un delincuente. Lo que agrava todo es el silencio, la falta de comunicación, el miedo mutuo.

 

Hablar a tiempo es mejor que juzgar tarde.

Este no es un cuento de hadas y no todos los casos acaban así.
Pero muchos podrían, si se diera el paso antes, si alguien dijera, “¿y si hablamos antes de denunciar?
Porque a veces, la solución no está en apretar más, sino en abrir una puerta.
Yo fui el moroso, pero hoy soy otra vez Juan, del 3A y, si alguna vez me cruzo con alguien que empieza a evitar las reuniones o a esconder cartas, le diré que hable que aunque creas que es tarde, aún no lo es.

Si te sientes identificado, ¡no te quedes callado!

¿Estás teniendo dificultades para ponerte al día con tu comunidad?
La mediación puede ser la solución que necesitas.

No dejes que la deuda te defina, da el primer paso y pide ayuda.

¡No te enfrentes solo a este problema!

¿Tienes problemas para ponerte al día con tu comunidad?
La mediación puede ayudarte a resolverlo sin juicios ni conflictos.

Contáctanos y hablemos. Aún estás a tiempo.

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